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Principia II

Déjame plasmar en tus paisajes mentales, la concepción de lo absoluto en las facultades de la belleza, la música, los pensamientos, las ideologías, los sentimientos, el placer y las asperezas, la sabiduría y las visiones y los opuestos. Una versión pura a través del vehículo que es la imaginación, gran agente universal que hace al mundo existir, al hombre, y a los misterios que aún desconoce.
Hablo de lo nocturno, lo que es consciente de su inconsciencia, lo que caza por la noche, porque sabe que la oscuridad, es su aliada. Hablo, de aquello que sabe que está solo, y entiende por sobre todas las cosas, que existe su contraparte, su polo opuesto, y que inevitablemente lo necesita, como la delicadeza a las asperezas, lo femenino a lo masculino, lo armónico a lo fundamental, la razón a la inconsciencia, lo sensual y sexual a lo espiritual y elevado,  y viceversa.
Así las criaturas de la noche saben bien cual es su tiempo. Aman y alaban a la luna, pero tambien intuyen  lo que ella oculta en su reflejo. Conocen muy bien a la estrella luminosa que hace a la noche desvanecer sus tinieblas, y que aclara los escondites. Al alba y su toque de queda, a aquel que los lleva de vuelta a su guarida, donde se predisponen a meditar sus ya trasnochadas andanzas.
Es vital entender que uno no es uno, sino dos, y a la vez tres y así en mas.
Por eso es tan oportuno cubrirse con el manto oscuro, como gozar del contacto del calor solar, calor viajante del tiempo y el espacio, que luego de tantos años de haber sido formulado en los cielos, llega a la tierra, para dar vida a las imágenes.
¡Ah! Visión de noche de estío entre las hierbas, perfumadas por naturaleza, y los licores, y los festines con antiguos cánticos, y las procesiones de la desnudez, y los fluidos que al ser derramados, los faunos lloran y luego profanan a la virginidad.  

  • Ahora bien, dicho esto, sería un gran placer llamarlos a todos ustedes por sus nombres, para captar  su atención de una forma adecuada. Así, nos presentaremos formalmente, con el buen gusto que las sociedades se han encargado de transmitir a través de tantas generaciones,  esta elegante y maravillosa, tal vez ya algo ridícula, forma de presentarnos.
¡Les entrego mi espada para que entiendan que soy un caballero; mi copa para que beban del néctar de mi esencia; y este oro, que los alquimistas de antaño buscaban con tanto desdén y pasión. Luego será momento de darles a ustedes mi cetro, el que alguna vez cargó el Rey Salomón, en el que depositó, su confianza y poder!

¡Y por último mi palabra, que plasmará en la luz divina el infinito de las nociones que es para mi, menester transmitir!

Les ruego, que al entablar ustedes y yo, una conversación en este momento, se sientan libre de abandonarla en cualquier instante que a uno le sea propicio. Es un placer para mi, que todos hagamos lo que nos plazca, por sobre toda las cosas.


Nos hemos, por fin, encontrado.
¿Me dirán ustedes entonces, sus nombres?



Ivan Alsace

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