Luego ella: danza en el baile de los círculos, de los ciclos, como todos. La vi cuando su planeta se alejó, cuando el mío sintió otra gravedad. Todos son testigos. Esto va mas allá que lo moral, que esas reglas estúpidas. Todos lo sabemos, pero la bronca de someterse a esas reglas ¡ah! la gente habla ¿y qué mas podían hacer? todos queremos sanarnos.
Luego un círculo apareció, en forma de coral, girando: “mira su estela -me digo- la reconoces, es ella, mira su cola cósmica, es la sirena de lo astral, es ella sí!”
Abro mi telescopio de esencia, posiciono mi único ojo sobre los lentes diamantinos, y veo. Y siento, como la visión descarga en mí un profundo escalofrío. Eléctrico.
¿Amerita el encuentro una ceremonia? Sí, pero yo no soy quien la predisponga. Mi círculo cósmico esta atravesado por otros planetas. Debo accionar la gravedad ¡rápido!
Atracción, repulsión. Explosiones, supernovas. Listo, el destino está en camino.
Y es el momento: nuestras órbitas se funden, no chocan, sino se atraviesan.
Las órbitas codificadas entrecruzan sus llaves y cerraduras, sus símbolos. Y se rearman como dos creadores que re descubren las piezas que antaño habían cifrado: ocultas para todos, tan bellamente visibles para ellos mismos.
Etapa: reconocimiento.
Sin recelo, sin restricciones, desnudez.
¿Cómo estas? no nos preguntamos, hacemos.
La invasión es placentera: ya nos conocemos.
Cuore, centro, núcleo.
¡Qué increíble! Ese centro, rodeado de las órbitas geométricas. Ese corazón, que solo lo protege el miedo, ahora se abre. Se abren los dos ¡y al mismo tiempo! qué espectáculo cósmico. Tan adentro, tan profundo, que ya es afuera.
Dos núcleos que se encuentran, a tomar un sorbo de cada uno. ¡Claro! es un intercambio. Y ninguno tiene una ambición. Ninguno quiere invadir, ninguno quiere cambiar, ninguno quiere apoderarse, ninguno cree que descubrió nada, que es mas, menos, mejor, lo que sea. Es un intercambio y ya. Y en la esencia se ve la intensión, la verdadera intensión. Se siente: celeste, brillosa, ígnea, pura.
La danza sigue, ahora llevamos el mismo tempo. Mis constelaciones, con sus millones de partículas, brillan mas que nunca, y al ser ahora translúcidas, veo las de ella a través, en superposición, danzando con un tempo impensado, incalculable, ilógicamente coordinado, solo descifrado por la unión, por la gravedad astral, que es el amor universal.
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