zymbolo

Conoció el dolor, el pensar, conoció la fiebre:


“Es el malestar detonante, la putrefacción interna. Nada lo iguala, que sea bien sabido. Lleva de forma perpetua a los máximos límites de la podredumbre de las carnes propias, hasta que el olfato detecta el estado de descomposición, y luego sigue. La temperatura es irremediable. Arde, cual carbón en brasa.
Éste es el punto, es la cima más alta de toda una cordillera de asco y horror, que existe porque así lo manda, la pestilencia del pensar.
Si se incorpora y se trata de controlar, entonces provienen las náuseas. Son de repente inminentes, no cesan. Es aquí, justo aquí donde se experimenta el éxtasis, absolutamente puro, de la descompostura e inestabilidad.
Inigualable sensación de acribillamiento, de estas costillas, ante estos órganos. Llevan los estímulos a retorcerse con todo sentimiento, sobre la infinitud de ardor, estrangulamiento, infelicidad, sufrimiento, inacceso propio, divagación y ahogamiento, lejos de cualquier elixir de sanación. Siquiera se puede esclarecer el pensamiento, para intentar descubrirlo.
Está dicho, la autosanación, no sirve a este extremo y es mejor resignarse.
Es el hombre, destruyéndose a sí mismo.”


Así las pestes persisten, y todo repugna ante la fealdad de sus facciones enfermas por la corrupción.

SIGUIENTE
Todas las partes: IN FIN IN